domingo, 18 de abril de 2010

Una noche

Y la miró. Encontró la paz que había buscado durante años solo en sus ojos. La abrazó con fuerza, pues no quería dejarla ir, no quería que esto acabara. Solo minutos eran los que tenía para disfrutar de su dulce olor.

Y luego... Frío.

Oscuridad.

Soledad.

Los ojos que hacía minutos rebosaban de amor por él habían perdido la luz que los llenaban. Sus brazos cayeron por un costado y un llanto amargo llenó el lugar. Besó sus labios con suavidad, llenándolos con sus lágrimas y miró al cielo. Odió a cada criatura viviente en este planeta y maldijo al que pudiera ser responsable. Luego lloró por todos los amantes que no pueden concretar sus ilusiones.

Y ahí se quedó.

No hubo quien pudiera separarlo de aquel inerte cuerpo. No importaba lo que le dijeran, no importaban las excusas, no importaba nada. Se aferró a ella con toda su fuerza, pues fue, es y será lo único que tendría en su vida.

La había buscado durante tanto tiempo y siempre la tuvo frente a sus ojos, pero jamás la vio, hasta hoy, esta noche... una noche.

Posó su cabeza sobre el pecho de la chica, cerró los ojos y allí, en una noche cualquiera de abril, en una calle cualquiera de la ciudad, se dejó morir.

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