Se adentró al bosque de los álamos, famoso en el país por su extensión y belleza, que podía ser contemplada desde la capital. Los enamorados solían ir a los cerros que se encontraban a las afueras de la ciudad y contemplar los atardeceres, mientras se susurraban palabras de amor al oído. Ese bosque (dicen las personas) es mágico, salido del edén.
El olor del rocío matutino y el crujir de las hojas de otoño colmó los sentidos de la chica. Quería llegar hoy, pero el cansancio la hacía avanzar lentamente. Disfrutó de todo a su alrededor y caminó llena de ilusiones y esperanzas.
Luego de unas horas llegó a un claro. Los haz de luz atravesaban las hojas e iluminaban el centro del lugar... y lo vio.
Un hombre semi-desnudo se encontraba tirado en el piso. Mirna se sacó la mochila, las ojotas y caminó sigilosamente hacia el, descubriendo a cada paso manchas de sangre alrededor del cuerpo y en su blanquecina piel. Paseó a su alrededor y vio unas alas cercenadas en su espalda. Las pocas plumas que ahí quedaban eran negras azuladas, estando en su mayoría quebradas.
La chica giró el cuerpo lentamente y lo puso de costado para poder ver el rostro de aquel ser. El cabello color ambar, largo y liso le cubría el rostro. Con dulzura le acomoda los cabellos, permitiendole ver así su delicada apariencia.
Se sorprendió. Nunca había visto un rostro tan hermoso.
Entre espasmos el chico abre los ojos, revelando el color negro azabache de ellos, el mismo color que sus alas o lo que quedaban de ellas. Jamás en la historia se habían visto unos ojos tan majestuosos y cargados de tanto dolor.
- Como te llamas? - Preguntó Mirna en un susurro.
- Haos... - Dijo con dificultad y perdió la conciencia nuevamente.
1 comentario:
Tanto los nombres, como el título de la entrada fueron escogidos por el significado que poseen en Croata, idioma que usaré frecuentemente en el blog gracias a los traductores web que existen. Si alguna vez cometo un error en este aspecto, hacédmelo saber y mis disculpas de antemano.
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