Ahí estaba mi corazón, palpitando lenta y rítmicamente, hasta que tu nombre apareció en mi cabeza. Perdió el control y comenzó a sangrar, manchando toda mi ropa.
Lo miré y sonreí. Hacía tiempo que no pasaba eso.
Te lo ofrecí sin dudar, pero no lo quisiste. Claro, al fin y al cabo ¿quien quiere un corazón en esas condiciones?
Te miré a los ojos y acaricié tu mejilla dejándola sucia.
Tomé lo que me pertenecía y lo guardé nuevamente en su lugar. Recogí mi chaqueta de tu sillón y salí de allí. No estaba triste, al fin y al cabo lo había intentado.
Sonreí nuevamente y di unas cuantas palmaditas a mi pecho.
Se quedaría allí por un buen tiempo más.
Si algún día te arrepientes, pues...
Lo siento por tí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario