El cielo estaba gris, pronto llovería en la ciudad. La mujer caminó por inercia con el cuerpo en brazos, mientras las miradas de la gente se volcaban hacia ella. Con la cabeza en alto pasó entre la multitud, mientras esta presentaba sus respetos.
Llegó a un hermoso jardín en la plaza del lugar y sobre un pequeño montículo depositó el cuerpo inerte de su pequeño hijo. Siete años, solo siete años pudo tenerlo con el. Observó el cielo y sintió como la humedad llenaba sus pulmones.
Un hombre se acercó a la mujer y posó su mano sobre el hombro de ella para brindarle apoyo. Se quedaron en silencio observando el cuerpo pálido del niño.
Y así sin más comenzó a llover.
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