Ahí estaba Carol, sentada en un rincón mirando hacia la ventana. Sobre la mesa, innumerables botellas de alcohol y pañuelos desechables. Marco se acercó lentamente a la mesa y la observó. La chica lo miró e hizo un débil intento de sonrisa.
- No... no soporto verla así - Pensó él
Buscó en su bolsillo y sacó su billetera, dejando unos billetes sobre la mesa, miró a la chica y le ofreció la mano. Ella aceptó.
Salieron del lugar tambaleándose y riendo por cualquier estupidez. Caminaron por las calles vacías y él la llevó a su casa.
- Gracias por venir a dejarme Marco... fuiste como un ángel caído del cielo
Él tomó la cara de ella en sus manos y la observó de cerca, mas cerca de lo que nunca había estado de su amiga. Carol disfrutó del contacto y cerró los ojos.
Es posible que las copas de más afectaran a estos dos, pues sin darse cuenta estaban besándose. Marco la abrazó con fuerza y ella se dejó. Abrieron la puerta como pudieron y entraron al living de la casa. Sin separarse llegaron al sofá. Los segundos eran eternos y preciosos, ambos se acariciaban con dulzura, deseo y necesidad... necesidad de sentirse amados.
Los besos de él llenaron cada centímetro del cuerpo de Carol.
Los gemidos de ella llenaron el espacio, cubriendo el silencio y al final... el tiempo se detuvo.
No importaba quienes eran, ni cuanto habían sufrido por sus amores pasados o presentes, este momento les pertenecía solo a ellos dos. Mañana ya verían como se mirarían a la cara o cómo conversarían entre sus amigos sin sentirse comprometidos el uno con el otro.
Después de todo, como dice Scarlett O'Hara... mañana será otro día.
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