Haos no hablaba. Luego de ver a Mirna solo asentía con la cabeza. Ella hablaba en todo momento y ya comenzaba a marearlo, pero no se atrevía a decirle nada, más que mal lo estaba cuidando. Le había dado de beber y de comer. Haos nunca había sentido hambre, ni sed, por lo que estaba muy asustado con estas sensaciones humanas, incluso este miedo era nuevo para el. Todo le llamaba la atención, la luz, las partículas de polvo, los bichos, las aves, el viento, el sol, el dolor y ella.
De pronto oyó algo nuevo… el silencio. Mirna, que no tenía un pelo de tonta, notó el stress en la cara del muchacho, por lo que había dejado de hablar hacía rato, solo que él, ensimismado en las nuevas sensaciones que lo rodeaban, no se había percatado.
- Sé que estas cansado – Dijo ella con suavidad desde una distancia prudente – Pero necesito saber como te sientes y como llegaste hasta aquí. Sé lo que “eres” y por lo mismo me preocupa.
Haos levantó la mirada y ella sintió que se estremecía. Sus ojos negros calaban por completo su ser y se sintió vulnerable e insignificante ante la magnificencia de aquel ser.
- Agradezco tu atención – Dijo con una suave voz elegante – De cierta forma me sorprende el hecho de que lo descubrieras, aunque por otra parte es demasiado lógico saber que es lo que soy o mas bien lo que fui. Lamento no poder resolver todas tus dudas. Me cuesta un poco descifrar como me siento, puesto que muchas sensaciones jamás las había experimentado… supongo que paulatinamente me acostumbraré a esta nueva condición. Apreciaría que por unos días más te mantuvieras aquí y que si no es mucho para ti, puedas orientarme sobre donde me encuentro.
Habló de forma tan ceremoniosa que Mirna no se atrevió a decir palabra. Asintió en silencio y con el dolor de su alma despegó su mirada de la de él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario