jueves, 1 de julio de 2010

Zaborav (V)

Mirna notó un cambio en Haos. Llevaban más de una semana juntos en ese bosque y el chico aún no daba señales de querer seguir su camino. Era extraño, puesto que ella ya le había enseñado todo lo que necesitaba para sobrevivir y él notoriamente estaba mejor de salud, pero no se iba y lo que era más notorio era que esa capa de frialdad se había resquebrajado lentamente. Haos se sorprendía como un niño ante todo lo que lo rodeaba, experimentaba por primera vez el miedo, la ira, la tristeza y la felicidad… sí Haos reía y cuando lo hacía su sonrisa pareciese que iluminaba todo el lugar, pero cuando llegaba la noche, el insistía en ir al acantilado.

Una noche ella lo acompañó.

No le pidió permiso, no dijo ni una sola palabra, simplemente cuando él se levanto Mirna lo hizo también. Caminó unos pasos más atrás para no estorbarlo en sus meditaciones. Llegaron cerca de la orilla y dándole la espalda, él comenzó a cantar:


En algún lugar, en alguna noche lejana, los ángeles comienzan a volar

El cielo negro es su camino y las estrellas los guían lentamente

Ellos vuelan sobre ti, ellos vuelan sobre mí

En el cielo se les puede ver, dándonos vientos de esperanza

Las estrellas en medianoche iluminan el vuelo de los ángeles

Una o dos, todas ellas serán el regalo que ellos te darán

En algún lugar, en alguna noche lejana, los ángeles comienzan a volar

Van llegando a su destino, los ángeles llegan a ver al rey


Cuando terminó se dio vuelta y vio como Mirna estaba sentada en el suelo con lágrimas en los ojos...


- ¿Qué es esto? – dijo tomando una de ellas del rostro de la chica

- Una lágrima

- ¿Y para que sirve una lágrima?

- No sirven de mucho, solo para expresar un sentimiento – Contesto la chica apagadamente – A veces los humanos botamos lágrimas por dolor físico o emocional, otras veces, porque es tanta la belleza de algo que nos maravilla hasta que hacemos esto. Esto es llorar.

- ¿Y porqué llorabas? ¿Te ha dolido lo que canté? Lo canté para ti. Me la enseñó mi madre cuando era muy pequeño.

- No me ha dolido Haos, es solo que… ha sido tan hermoso que me he emocionado.

- Ah… creo que entiendo. Lo siento – Dijo el chico notoriamente preocupado – No quise que lloraras. No me gusta ver tu rostro así.


La ayudó a levantarse y la abrazó


- Creo que… creo que tengo pena, pero no estoy seguro. No quiero verte llorar otra vez


Ella sonrió con su rostro escondido en el pecho de el. Esas palabras eran dulce miel para sus oídos.


- Tú me cantaste esa canción y yo te doy mis lágrimas a cambio, en señal de agradecimiento

- No. No me gusta eso – Dijo frunciendo el ceño – verte llorar me da tristeza


Ella volvió a sonreír


- Tengo… algo adentro – Dijo soltándose del abrazo y tocándose el estómago

- Debe ser hambre – Contestó Mirna con una sonrisa


Volvieron al campamento. Mirna no sabía que esta sería quizás la primera y la última noche feliz junto a él.

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